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Cuando ella se viste y se va.

lunes, 3 de marzo de 2008

Cuando ella se viste,
la lenta transformación de un cuadro veo.
Cuando ella se viste mientras llueve
y queda presa en el terrible lacrimario,
destilan sangre las acacias.

Como una criatura carroliana
introduce sus piernas en las medias de cristal,
y los peces de cera crepitan:
acaba de arrojar un puñado de diamantes contra el suelo.

Se sigue vistiendo y lenta
transforma su cuerpo.
Su cuerpo es una nave de conquista que surca aguas de nadie;
el trauma corrosivo de la gran ciudad.

Se tambalea el cuarto bajo su paso romano,
mientras una brocha llorosa
pinta de color su indumentaria;
la tristeza del negro para su jersey,
el alegre fresa para su falda de metal.

Como un áspid el collar se enrolla a su garganta;
son siete vueltas de dolor.
Luego, las oscuras sombras de los ojos,
dibujadas con una línea de carbón
que enarca también las cejas del orgullo.
Así queda la memoria, o el olvido,
en su mirada de ultratumba.

Fuera, en la calle, ha dejado de llover.

Negros son los zapatos de largo tacón
que impulsan su figura.

Y tras la última contemplación ante el espejo
resuena la hoja de la puerta y se va.

Se va.

Se ha ido.

Por la calle traspasada de un fuerte olor a tierra y pasto,
camina.

Queda en la estancia,
entremezclado,
el delicado perfume de rabanne
y reinando en la recia mansedumbre del orden,
el aroma, inextinguible, de su ausencia.

"De Elegía y noviembre de la luz".

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